Los estudiantes de la
Universidad parisiense de la Sorbona, al cruzarse en los pasillos con aquella
joven polaca que se había matriculado en otoño de 1891 en la Facultad de
Física, se preguntaban: "¿Quién es esa muchacha de aspecto tímido y
expresión obstinada que viste tan pobremente?". Todos la miraban
extrañados, con una mezcla de conmiseración y desdén. Algunos sabían que se
llamaba Manya Sklodowska y la denominaban "la extranjera de apellido
imposible"; otros preferían llamarla simplemente "la estudiante
silenciosa". Manya se sentaba siempre en primera fila, no tenía amigos y
sólo se interesaba por los libros. También llamaba la atención su hermosa
cabellera de color rubio ceniza, que solía llevar recogida y semioculta. Nadie
sospechaba que esa joven esquiva y austera iba a convertirse un día, bajo el
nombre de madame Curie, en una mujer ilustre y una gloria nacional de Francia,
Manya Sklodowska, que
luego sería conocida como Marie Curie, nació en Varsovia el 7 de noviembre de
1867. Era la menor de los cinco hijos (cuatro mujeres y un varón) de un
matrimonio dedicado a la docencia: su padre era profesor de secundaria de
física y matemáticas y su madre directora de un colegio de señoritas. Su
infancia estuvo marcada por la coincidencia con un implacable período de
rusificación de Polonia, a causa del cual su padre hubo de abandonar el puesto
de subinspector que ocupaba en un instituto; las necesidades económicas le
obligaron a tomar como huéspedes a muchachos en edad escolar, a los que daba
también clases particulares.
La hermana mayor de Manya
falleció en 1876, víctima de una epidemia de tifus, y dos años después murió su
madre a causa de una tuberculosis. En 1883, una vez finalizados sus estudios
secundarios, Manya sufrió una depresión nerviosa de la que hubo de recuperarse
pasando cerca de un año en el campo, en casa de unos parientes. A su regreso a
Varsovia en 1884, dio clases particulares en su domicilio junto con sus
hermanas y asistió a las clases de la «universidad volante» creada allí, al
margen del sistema educativo ruso, por el impulso de un círculo de positivistas
inspirados en las enseñanzas de Comte.
Las estrecheces
familiares obligaron a Manya a empezar a trabajar como institutriz; tras un
primer empleo que resultó un fracaso, el 1 de enero de 1886 entró al servicio
de los Zorawski, una familia acaudalada que residía en Szczuki, al norte de
Varsovia, donde Manya hubo de ocuparse de la educación de dos de las hijas.
Allí tuvo ocasión de llevar a la práctica los ideales sociales nacidos el año
anterior en Varsovia organizando una escuela para hijos de obreros y campesinos
a la que dedicó sus horas libres, con la complacencia de los Zorawski; el resto
de su tiempo lo ocupaba en el estudio de la física y las matemáticas.
Manya vivió entonces su
primera relación sentimental con el mayor de los hijos Zorawski, relación que
se frustró posiblemente por las diferencias sociales entre ambos; su condición
nerviosa y proclive a la ansiedad soportó mal el episodio, que vino a sumarse
al enorme esfuerzo desarrollado en su triple ocupación de institutriz, maestra
y estudiante, haciendo todo ello que, a los veinte años, se convirtiera en una
persona amargada. Cuando por fin terminó su contrato en Szczuki, en el verano
de 1889, regresó a Varsovia, donde trabajó de nuevo como institutriz durante un
año y reanudó sus contactos con la universidad clandestina. Un primo suyo, que
había sido ayudante del químico ruso Dmitri Mendeléiev (creador de la tabla
periódica de los elementos), le proporcionó la oportunidad de completar sus
conocimientos de química en un pequeño laboratorio y la puso en contacto con
otros investigadores que habían conocido a los grandes científicos europeos de
la época.
El matrimonio Curie
En marzo de 1890 su
hermana Bronia, por entonces estudiante de medicina en París, la instó a
reunirse con ella; el trabajo de Manya había contribuido a financiar la carrera
de Bronia y entre las dos existía un pacto de reciprocidad. Pero Manya rehusó,
cayendo en uno de sus períodos de melancolía. Año y medio más tarde Bronia
reiteró la oferta; como los problemas económicos de la familia se habían
atenuado lo suficiente como para permitirle disponer de unos ahorros, Manya
decidió finalmente aceptar. En otoño de 1891 se instaló en París, dedicándose
en un principio a poner al día sus conocimientos; en 1893 consiguió la
licenciatura en ciencias físicas y en 1894, ayudada por una beca, se licenció
en matemáticas. Los dos primeros años en París fueron de aislamiento en el
trabajo y estuvieron marcados por duras privaciones, pero tuvieron la virtud de
acabar con sus problemas nerviosos.
En
abril de 1894 Marie, como ya se hacía llamar, conoció a Pierre Curie. Nacido en
París el 15 de mayo de 1859, Pierre Curie era el segundo hijo de un médico
humanista y librepensador que había permitido que sus hijos se educaran al
margen de la escolaridad tradicional. Junto con su hermano Jacques, tres años
mayor que él y a quien le unió una intensa relación emocional durante la
infancia y la juventud, Pierre había estudiado física en la Sorbona. Los
hermanos Curie habían investigado la posibilidad de transformar la energía
mecánica en energía eléctrica en los cristales, publicando en 1880 su primera
comunicación sobre el fenómeno que después se conocería como piezoelectricidad;
posteriormente ambos demostraron también la posibilidad del efecto contrario
(deformación de un cristal por aplicación de una carga eléctrica) y diseñaron
un electrómetro de cuarzo piezoeléctrico para medir las corrientes eléctricas
de intensidad débil.
En
1882 Pierre fue nombrado jefe de laboratorio de la Escuela Municipal de Física
y Química, institución en la que seguía trabajando cuando conoció a Marie y
donde se había dedicado al estudio teórico de la simetría. En 1891 emprendió la
redacción de una tesis doctoral sobre las propiedades magnéticas de diversas
sustancias en función de la temperatura, tesis que presentó en marzo de 1895.
Marie asistió a la lectura de la tesis y quedó impresionada; su relación con
Pierre Curie duraba desde hacía ya doce meses, durante los cuales él se había
mostrado más dispuesto que ella al matrimonio. Finalmente se casaron el 26 de
julio de ese año; en 1897 nació su hija Irene, a la que seguiría siete años más
tarde otra niña, Eva.
Tras el nacimiento
de su primera hija, Marie Curie se propuso realizar una tesis doctoral, hecho
insólito por aquel entonces tratándose de una mujer. El descubrimiento por
Wilhelm Röntgen de los rayos X en 1895 y la observación realizada en 1896 por
Henri Becquerel de que las sales de uranio, aun protegidas de la luz, emitían
rayos que, como los rayos X, penetraban la materia, la decidieron a investigar
en su tesis la procedencia de aquella energía que el compuesto de uranio
empleaba en oscurecer las emulsiones fotográficas a través incluso de
protecciones metálicas. El tema poseía la ventaja de ser un terreno todavía
virgen en la investigación científica.
La radiactividad
El director de
Pierre Curie aceptó que Marie habilitase como laboratorio una dependencia de la
Escuela Municipal de Física y Química que servía de depósito y sala de
máquinas. Allí inició Marie Curie sus investigaciones, utilizando el
electrómetro inventado por Pierre y su hermano para medir la intensidad de la
corriente provocada por los diversos compuestos del uranio y del torio,
comprobando inmediatamente que la actividad de las sales de uranio dependía
solamente de la cantidad de uranio presente, con independencia de cualquier
otra circunstancia.
Desde
el punto de vista científico, éste fue su descubrimiento más importante, pues
demostraba que la radiación no podía proceder más que del átomo propiamente
dicho, con independencia de cualquier sustancia añadida o de una reacción
química. Pero Marie Curie no se entretuvo en meditar sobre este resultado;
extendió sus investigaciones a la pecblenda y a la calcolita encontrándose con
que eran más activas que el uranio. De ello dedujo la existencia en esos minerales
de otra sustancia nueva, responsable de esa mayor actividad.
Con la ayuda de su
marido, Marie Curie procedió a tratar químicamente la pecblenda hasta obtener
un producto que resultó trescientas treinta veces más activo que el uranio: en
julio de 1898 el matrimonio comunicó sus resultados a la Academia de las
Ciencias proponiendo el nombre de «polonio» para el nuevo elemento, cuya
existencia confiaban en que fuera confirmada, y utilizando por vez primera el
término «radiactivo» para describir el comportamiento de sustancias como el
uranio.
Pero las
investigaciones subsiguientes les hicieron pensar en la existencia todavía de
otro elemento nuevo en la pecblenda; tras conseguir que el gobierno austriaco
les facilitase la compra de varias toneladas de residuos del mineral
procedentes de las minas de Saint Joachimsthal, dedicadas a la explotación del
uranio, la existencia del elemento que llamaron «radio», anunciada en diciembre
del mismo año, se vio confirmada; su peso atómico quedó establecido por Marie
Curie en marzo de 1902 como igual a 225,93.
Mientras
tanto, en 1900 las preocupaciones financieras del matrimonio se vieron
relativamente aliviadas por el nombramiento de Pierre para una cátedra de
física en la Sorbona, por iniciativa del matemático Henri Pincharé; Marie, por
su parte, ocupó una plaza de profesora de física en la École Normale Supérieure
de Sèvres; sin embargo, su actividad docente les robaba tiempo para sus
investigaciones experimentales. Tampoco disponían de facilidades materiales
para las mismas; realizadas en precarias condiciones, suponían un esfuerzo
físico agotador. Éste se vio agravado por las dolencias derivadas de la
exposición a la radiactividad, cuyas consecuencias ignoraban. La radiactividad
les produjo lesiones visibles en las manos, y sería en último término la
causante de la leucemia a consecuencia de la cual murió Marie Curie.
Irónicamente,
las propiedades curativas que, en un principio, se atribuyeron a la radiactividad, contribuyeron a su fama.
El reconocimiento científico llegó en 1903 con la concesión de la medalla Davy
de la Royal Society y del Premio Nobel de Física, que compartieron con
Becquerel. Los Curie no acudieron personalmente a recogerlo a Estocolmo debido
a que su salud, en el caso de Marie, se había visto afectada además por la
pérdida de un hijo nacido prematuramente.
La fama
Los
efectos de la recepción del Nobel resultaron abrumadores para los Curie, que se
vieron convertidos en foco de la atención pública por las expectativas
despertadas por los fenómenos radiactivos. Con todo le valieron a Pierre la
creación en 1904 de una cátedra específica para él, dotada de un laboratorio
del que Marie se haría cargo. Ese mismo año, un industrial francés creó una
fábrica destinada a la obtención del radio recurriendo a los consejos del
matrimonio. Aunque nunca dispusieron de los recursos necesarios para dotarse de
un laboratorio adecuado a sus necesidades, los Curie siempre se negaron a
patentar la producción comercial de la sustancia.
En
1906 Pierre Curie murió trágicamente en París atropellado por un carruaje; el
suceso transformó a Marie en una persona distante hasta de sus amigos (pero no
de sus hijas), aunque prosiguió su trabajo y sucedió a su marido en la cátedra
que sólo había podido ocupar durante año y medio, convirtiéndose de esta manera
en la primera mujer de Francia que accedía a la enseñanza superior. En 1910
publicó el Tratado sobre la radiactividad y en 1911 preparó un patrón
internacional del radio que depositó en la Oficina Internacional de Pesos y
Medidas de París.
Ese
año recibió por segunda vez el Premio Nobel, en esta ocasión de química, por el
descubrimiento del radio y del polonio; era la primera vez que un científico
merecía por dos veces el galardón. Parece que en la decisión de la Academia
Sueca pudo influir que hubiera fracasado la candidatura de Marie Curie para la
Academia de las Ciencias francesa, así como el hecho de haber sido víctima de
un escándalo periodístico a propósito de su relación sentimental con Paul Langevin, físico francés que había
sido discípulo de Pierre Curie.
En la mayoría de
países europeos se empezaron a crear institutos del radio, ante su plausible
utilidad en la curación del cáncer. La propia Marie Curie aceptó la dirección
honoraria del que se inauguró en Varsovia en 1913; en julio del siguiente año
se terminó en París la construcción de un laboratorio consagrado al estudio de
la radiactividad, el Instituto del Radio, por un acuerdo entre el Instituto
Pasteur y la Sorbona, con una sección dedicada a la investigación médica y otra
reservada a la física y la química, dirigida por Marie Curie. Durante la
Primera Guerra Mundial creó, con la ayuda de donativos privados, un equipo de
expertos en técnicas radiográficas y, con la colaboración de su hija Irene,
puso en funcionamiento más de doscientos vehículos radiológicos; madre e hija
se desplazaron hasta el frente para enseñar a los médicos los nuevos métodos y
técnicas de la radiología.
En
mayo de 1921 Marie Curie realizó, en compañía de sus hijas, una gira triunfal
por Estados Unidos con objeto de recoger el gramo de radio (valorado por
entonces en cien mil dólares) cuya adquisición había hecho posible la
suscripción popular promovida por una periodista. A su regreso comenzaron a
manifestarse en Marie los primeros síntomas de que padecía cataratas, y la
sospecha de que las emanaciones de radio podían producir algo más que
quemaduras en los dedos empezó a tomar cuerpo, pese a que la esperanza de que
tuvieran un efecto permanente sobre las células cancerosas estaba entonces en
su apogeo.
En 1922 fue
invitada a formar parte de la Comisión para la Cooperación Intelectual creada
por la Sociedad de Naciones, de la que ocupó la vicepresidencia. En 1925 su
hija Irene Curie contrajo matrimonio con el físico francés Frédéric Joliot;
ambos descubrieron en enero de 1934 la radiactividad artificial, descubrimiento
por el que recibirían en 1935 el Premio Nobel de química, el tercero de los
merecidos por la familia. Pocos meses después del descubrimiento, la salud de
Marie Curie se deterioró definitivamente. Creyendo que se trataba de una
inflamación de antiguas lesiones tuberculosas, fue conducida a un sanatorio en
Sancellemoz; allí se le diagnosticó una anemia perniciosa, y falleció el 4 de
julio de 1934. Su hija Irene murió asimismo de leucemia en 1956; su marido
reconoció que la muerte era consecuencia de la radiación, aunque sostuvo que la
afección hepática que le costaría a él mismo la vida dos años más tarde no
tenía nada que ver con la radiactividad.
Cuando,
durante la Primera Guerra Mundial, Marie recorrió los hospitales de campaña
para ayudar a los cirujanos con las nuevas técnicas radiológicas (gracias a los
rayos X podían descubrirse balas y fragmentos de metralla ocultos en los
heridos), su ayuda inestimable hizo que se la empezase a llamar "Suprema
Bienhechora de la Humanidad". Marie siempre rechazó estas manifestaciones,
que consideraba inmerecidas: seguía siendo tan modesta y discreta como cuando
sólo era una joven estudiante polaca en la Sorbona. Einstein, que la conoció
una vez terminada la guerra y mantuvo con ella una fructífera relación
científica, afirmó: "Madame Curie es, de todos los personajes célebres, el
único al que la gloria no ha corrompido".
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